Por mucho que busques, en la actualidad es complicado
encontrar algún frigorífico con un sistema de cierre que no sea una
puerta magnética. ¿Alguna vez te has preguntado por qué? ¿O si esto ha
sido siempre así? Efectivamente, existe un motivo concreto para que los
fabricantes se hayan decantado por esta opción, que no fue la elegida
cuando este electrodoméstico empezó a habitar cocinas de todo el mundo.
Según hemos leído en el blog Buzzfeed, fue una cuestión de seguridad. Se trataba de salvar vidas, ni más ni menos.
Las puertas de los primeros modelos de neveras sólo podían
abrirse desde fuera. Parece una cuestión de lógica aplastante: ¿por qué
podría ser necesario que se abriesen desde dentro? Lo normal es que si
metemos algo en el frigorífico sea para mantenerlo dentro... salvo que
tengamos niños en casa. Niños que juegan al escondite y piensan que esa cámara fría puede ser un refugio magnífico,
sin pararse a pensar en que lo de salir no será tarea sencilla. No
reparan en ese detalle y tampoco en que el hermetismo del habitáculo
dificulta que sus gritos pidiendo auxilio se escuchen desde fuera.
Si crees que esta clase de accidentes no podía ocurrir con
tanta frecuencia como para provocar cambios en el diseño del
electrodoméstico, no tienes más que rebuscar un poco entre las leyes
sobre el asunto. En 1951, en California se prohibió tirar las neveras
viejas en cualquier lugar que estuviese al alcance de los niños. Un par
de años después se añadió una cláusula que obligaba a los usuarios a
retirar las puertas de los frigoríficos antes de deshacerse de ellos, a fin de evitar que alguien quedase encerrado en su interior.
La cosa no se quedó ahí. En agosto de 1956, Estados Unidos aprobó a nivel nacional la Ley de Seguridad de los Frigoríficos.
Tal como lo lees. En efecto, la cantidad de niños repitiendo la
peligrosa travesura era suficiente como para hacer necesaria cierta
legislación al respecto. Si un niño quedaba atrapado dentro de una
nevera el desenlace solía era fatal en muchos casos, por lo que los
gobernantes decidieron tomar cartas en el asunto. Y así fue cómo comenzaron a fabricarse y comercializarse puertas magnéticas, a prueba de escondites.
De hecho, para diseñar los nuevos modelos se realizaron
pruebas reales con niños, con el objetivo de medir la fuerza con que
eran capaces de empujar una puerta desde el interior de un espacio
cerrado y reducido. Los datos estadísticos demuestran que el cambio al
cierre magnético fue todo un acierto: durante los años siguientes se
redujo a la mitad la media de personas que perdían la vida dentro de un
frigorífico. Por eso, la próxima vez que abras y cierres tu nevera, recuerda que con otra clase de puerta tu infancia habría sido un poco menos segura.