Un estudio de la Universidad de Harvard pone de manifiesto los mecanismos cerebrales que influyen en los problemas cardiovasculares.
Entre los médicos ya no es ninguna novedad que el corazón y el
cerebro se resienten con la presión psicológica y las tensiones
emocionales, aunque, hasta ahora, no habían logrado establecer
claramente, con aval científico, los mecanismos concretos en los que se
funda esta relación.
Una de las claves está en la amígdala, un
pequeño pero determinante centro neurálgico de nuestro cerebro, según
una investigación publicada en la revista médica británica 'The Lancet'. La
amígdala es un conjunto de núcleos neuronales involucrado en el manejo
de las emociones, y es clave para iniciar el proceso que puede convertir
el estrés en un importante problema a nivel cardiovascular. Los autores
del estudio sugieren incluso que la actividad de la amígdala puede ser
por si mismo un buen predictor de este tipo de problemas con
independencia de los demás de riesgo.
En concreto, los autores de
la investigación, que pertencen a la Universidad de Harvard y estuvieron
dirigidos por el cardiólogo Ahmed Tawakol,
comprobaron que los sujetos que presentaban mayor actividad amigdalar
tenían también un mayor riesgo de padecer antes un problema cardio o
cerebrovascular. Al mismo tiempo, esa activación se asociaba, a su vez,
con un aumento de la actividad de la médula ósea y con signos claros de inflamación de las arterias.
Aunque
admiten que las conclusiones necesitan aún una plena confirmación, los
autores del estudio confían en que este descubrimiento abra nuevas vías
para una investigación orientada a encontrar nuevas formas de reducir
los riesgos cardiovasculares. En este sentido, consideran necesario dar
al estrés crónico la importancia que realmente tiene como factor
importante de riesgo en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares,
al menos al mismo nivel que la hipertensión o el tabaquismo. En
cualquier caso, una de las complicaciones para detectar aisladamente el
estrés como factor de riesgo es que está fuertemente vinculado a otros
signos de alarma: por ejemplo, las personas estresadas suelen fumar más, llevar una alimentación pobre y una vida sedentaria.