El 2008 fue el año en el comenzó la crisis. Pero ésta no vino sola ya que de su mano Bitcoin, la moneda digital ya implementada en la economía actual y que se ha convertido en la alternativa para la que fue pensada (contra los bancos). Todo a través una serie de protocolos computacionales más seguros que los usados en las transacciones comerciales más habituales, las cuales son fáciles de interceptar por los hackers.
Por ello, y desde el Laboratorio de Informática e Inteligencia Artificial del MIT han tomado las principales ventajas de Bitcoin para dar vida a un sistema que permitirá una mejor defensa ante los ataques malintencionados (sobre todo los relativos al robo de identidad) el cual será presentado (en forma de estudio) en el próximo Simposio sobre Seguridad y Privacidad de la IEEE con todo lujo de detalles.
Alin Tomescu, Estudiante de Posgrado en Ingeniería Eléctrica e Informática y coautor del informe explica que éste “trata sobre el uso de Bitcoin para evitar que los servicios (online) se salgan con la suya a través de mentiras” ya que “cuando se lleva a cabo un sistema al que se envían firmas digitales, por ejemplo, estos puede verse comprometidos mediante falsedades”. Estos engaños “son los que queremos evitar” cuenta Tomescu, el cual ha trabajado junto a Srini Devadas, Consejero de la tesis, y el Profesor de Ingeniería Eléctrica y Ciencias de la Computación en el MIT, Edwin Sibley Webster.
Para todos ellos el uso de Bitcoin -de su tecnología concretamente- es óptimo pero tiene un grave problema: Bitcoin es una moneda virtual descentralizada. Lo mantiene en pie un enorme registro público en el que queda plasmada cada transacción llevada a cabo mediante esta vía (desde 2009), el cual su cuenta con una cierta protección (persé) pero no con un sistema eficaz que verifique los movimientos. Para comprobarlo, hay que descargar la información de los bloques, los cuales acumulan ya 110 gigabytes (y en aumento).
Un problema que, con el nuevo sistema denominado Catena, se palia al reducir el contenido en más de un 60% (hasta los 40 gigabytes), lo que permitiría que pudiese funcionar en dispositivos más convencionales y pequeños como un smartphone.
¿Cómo
han llegado a este resultado? Mediante un proceso que gira en torno a
una función matemática la cual toma en primer lugar la última entrada de
registro en la cadena, tras lo cual coge una nueva a la que asigna un
número de Bitcoins (12,5 concretamente) y, después, le añade un número
entero. Tras pasar por la fórmula, se obtiene una cadena compuesta por ceros y unos.
La idea, aún por determinar, es que esta se componga de 72 valores (y
no más) para lo que se busca, todavía, el entero válido. Es lo único que
les separa del éxito final.
“Nuestra idea, en resumen, es muy simple. Queremos que nadie pueda usar el mismo Bitcoin en dos sitios diferentes. Para ello, hemos creado unos protocolos criptográficos que evitarán que esto suceda” defiende Tomescu. Buscan reconocer quien da el paso para que si otro lo repite sea descubierto.
Para ello ayuda una de las a priori grandes ventajas de Bitcoin:
la centralización de la que hablábamos previamente, ya que así se podrá
acceder a los bloques con más facilidad y comprobar si ya se hizo uso
de esa moneda virtual en el pasado. Un proceso que necesita de la
descarga de la información relacionada que, en este caso, será reduciría
a meros bytes y no a megas y megas de datos.
Como explica Bryan
Ford, Profesor Asociado de Ciencias de la Computación del Instituto
Federal Suizo de Tecnología en Lausana, hablamos de la posibilidad de “crear, por así decirlo, cadenas más pequeñas o listas enlazadas dentro de una cadena específica”
lo que permitirá una mejor vigilancia de las transacciones. ¿Se
imaginan este sistema extrapolado a las realizadas hoy en día? Se evitarán futuros hackeos (sobre todo de identidad) lo que es, y coincidimos con Ford, sencillamente “genial”.