La empresa de Mark Zuckerberg, siempre en competencia directa con Google y Apple, tiene especial interés en crear un universo paralelo de experiencias a través de apps y herramientas que no necesiten el soporte de un teléfono inteligente, ese aparato tan pequeño que se puede llevar a cualquier lado y lo suficientemente robusto para ejecutar un número cada vez mayor de tareas diarias.
El pasado abril, en su conferencia de desarrolladores, F8, Facebook se preguntaba: “¿Y si pudieras escribir directamente a través de tu cerebro?”. Es solo uno de los planteamientos para llevar a cabo su plan de 10 años: construir un mundo basado en la realidad aumentada, una proyección virtual sobre el mundo real. En ese mundo, las pantallas físicas son prescindibles. Para ver una película o una serie, basta proyectar una pantalla virtual más grande que cualquier televisión disponible en el mercado. Fue lo que hizo Zuckerberg en el escenario del Silicon Valley al presentar un prototipo de gafas de realidad aumentada.
Microsoft también apuesta que el futuro vendrá en gafas. La compañía presentó en 2015 Hololens, un aparato con sistema holográfico que combina elementos del mundo físico con escenarios virtuales que permite, por ejemplo, no solo hacer una videoconferencia, sino tomar un café con el interlocutor a través de hologramas. “Dentro un sistema como ese, no te hace falta tener un smartphone, puedes simular uno y ya está”, comenta Mar González, investigadora en Microsoft Research.
Aldis Sipolins, director de Realidad Virtual en los laboratorios de IBM, explica que las aplicaciones de esa tecnología son "infinitas". Lo que hace la realidad aumentada, explica, es "ofrecer información de manera no intrusiva". Por ejemplo, un conductor que busca direcciones no necesitaría quitar los ojos de la carretera para recibir la información que ahora consultaría en el teléfono. O un médico no tendría que mirar diferentes pantallas para leer los sensores durante una cirugía: todos los datos se proyectarían delante de sus ojos. “No estamos hablando de la siguiente plataforma de moda. Esta es la plataforma definitiva”, asegura Sipolins.
Apple prefiere no comentar, de momento, la posible amenaza al futuro del iPhone y de los dispositivos influenciados por él, pero los expertos consultados mencionan que la compañía trabaja en una app de cámara integrada con realidad virtual para los próximos móviles. En el mismo sentido, el último lanzamiento de Samsung, el Galaxy S8, cuenta con Bixby, un asistente virtual que promete al usuario que un día controlará todo simplemente a través de su voz. Y fuentes de Google —cuya más reciente apuesta en realidad aumentada es el Proyecto Tango, un sistema que convierte el móvil en un visor 3D del mundo— han afirmado a EL PAÍS que colaboran con Huawei, Asus y Motorola para crear “experiencias inmersivas a través de los teléfonos móviles”.
Para Allen Yang, director del Centro de Cognición Aumentada de la Universidad de Berkeley (California), esos son los indicios de que de que ha empezado la lucha los teléfonos inteligentes por su sobrevivencia. “Se trata de una etapa más del proceso de renovación económica de la industria tecnológica. El smartphone perdurará en los próximos años combinado con la realidad aumentada, como un subconjunto de esa tecnología. Por otro lado, quien quiera desarrollar nuevos productos tecnológicos tiene que trabajar sí o sí con la industria de telefonía móvil. Y hay que crear otro aparato sin el que la gente no pueda vivir”, afirma.
¿Y qué aparato sustituirá a los móviles? Yang no tiene claro el formato del dispositivo del futuro, pero sí que debería combinar una alta capacidad óptica con tecnologías de comunicación y características de un wearable. “Tiene que ser algo cómodo. Las gafas como Hololens todavía no lo son. La gente las coge durante cinco minutos y después las dejan tiradas”, dice. Alan Craig, director del Instituto de Computación en Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad de Illinois, se decanta por las lentes de contacto que no solo cambien el entorno físico, sino que proyecten los pensamientos del usuario. “Hoy en día la gente paga mucho dinero justamente para no tener que usar gafas”, justifica.
Los expertos señalan, sin embargo, que el gran desafío de la tecnología que pretende sustituir los teléfonos inteligentes es alcanzar la distribución masiva, debido a su elevado coste. El kit Hololens, por ejemplo, cuesta 3.000 dólares (aproximadamente 2.690 euros), aunque Microsoft asegura que trabaja con colaboradores para llegar al mercado con dispositivos de realidad aumentada por 300 euros.
Un futuro de ciencia ficción
Tanto los expertos como los desarrolladores de la industria tecnológica son conscientes de que lo que parece ser el inicio del fin de la era del smartphone suena a ciencia ficción. Advierten, sin embargo, de que se puede ir todavía más allá. “La realidad virtual es la única plataforma que ya permite proyectar información en el espacio físico. El próximo paso estará áreas como la bioingeniería, que acercará cada vez más la información a nuestros cerebros”, comenta Yang. Elon Musk, dueño de Tesla y SpaceX, dio el primer paso en ese sentido al presentar, en marzo, Neuralink, la start-up que pretende combinar los ordenadores con el cerebro humano, a través de una médula electrónica, como un chip, de modo que se puedan controlar las máquinas hechas con inteligencia artificial."Si uno se da cuenta, un smartphone es simplemente un ordenador que hace llamadas. Es fácil pensar que la realidad virtual, mucho más completa, lo sustituirá", dice Craig, convecido de que esa transición cambiará el modo de vida actual. "Estamos al borde de un cambio tan importante como la génesis de Internet".