Los pigmentos de la tinta se acumulan en los nodos linfáticos cercanos y provocan inflamaciones cutáneas y otros problemas a largo plazo.
Para hacerse un tatuaje
sin dañar la salud, las personas toman varias medidas previas a la hora
de seleccionar un estudio, desde confirmar la calidad y esterilización
de los materiales hasta indagar sobre la reputación del lugar y la
calidad artística de sus tatuadores.
No obstante, esa decisión puede generar problemas en el sistema inmunológico al
cabo de los años, según han descubierto unos científicos de Alemania y
Francia gracias a un sincrotrón, el dispositivo más avanzado disponible
para controlar los desplazamientos de nanopartículas en tejidos.
En un estudio realizado que han publicado en 'Scientific Reports' —un anexo a la revista 'Nature'—, esos especialistas explican el impacto de los pigmentos de la tinta de los tatuajes, que contiene hollín, óxidos metálicos y sales.
Esos compuestos son poco o nada tóxicos si se consumen vía oral. Sin
embargo, la respuesta inmune ante determinados colorantes suele provocar
un enrojecimiento de la piel que, en ocasiones, son mucho más duraderos
que la reducida inflamación primaria.
Los lugares alterados
presentaron una proporción alterada de proteínas y una presencia elevada
de lípidos, pero lo más importante fue la acumulación de pigmentos en los nodos linfáticos.
Como
consecuencia, esos ganglios aumentaron de tamaño y sus moléculas
orgánicas cambiaron mientras que, como los investigadores no pudieron
ver que las nanopartículas dañinas salieran con el flujo de la linfa,
estimaron que se acumulan ahí de forma vitalicia.
El sistema inmune percibe esos compuestos metálicos como objetos ajenos, con lo cual esa acumulación permanente puede propiciar "inflamaciones cutáneas y otras adversidades", resume el equipo germanofrancés.