lunes, 2 de octubre de 2017

Reconocimiento facial en los «smartphones»: revolución o un nuevo camelo tecnológico

Coges el teléfono móvil. Primero, eso sí, lo sacas del bolsillo. Lo miras y, voilà, la pantalla se desbloquea. Como por arte de magia. Es gracias a los sensores biométricos implantados en algunos dispositivos móviles como el próximo iPhone X, el modelo que más expectación ha despertado desde hacía meses. Desde hace algún tiempo, los usuarios utilizan diversas formas para «despertar» a estos aparatos, entre ellas, una que es muy popular, los códigos numéricos y, con mayor frecuencia, la huella dactilar.

Pero la tecnología biométrica no es realmente nueva. Ya en la Expo de Sevilla en 1992 existían fórmulas de acceso mediante identidades biométricas. Ahora ya es algo común en los productos de consumo como los «smartphones». Tardaron un tiempo en llegar a la mayoría de modelos, eso sí, pero hoy en día los lectores de huellas ya forman parte del ecosistema móvil actual.

Es una solución de probada efectividad y una rapidez asombrosa. El siguiente paso es capitalizar otra impresión difícilmente de replicar y que es también personal e intransferible en cada ser humano, su iris y su rostro. Lo intentó en cierta manera Samsung, con los fracasado Galaxy Note 7, pero se quemó. Literal. El intento de la firma surcoreana hizo aguas a consecuencia de fallos técnicos en sus baterías, obligando a retirar el producto del mercado por poner en riesgo la seguridad de millones de personas. Lectores oculares disponen los S8 y más recientemente Note 8, pero da la sensación que no se trata de una medida con demasiado impacto.

Se quedó ahí, que no es poca cosa. Apple, sin embargo, quiere popularizar el rostro como mecanismo de acceso a la tecnología entre los consumidores. Con el próximo iPhone X que saldrá en noviembre, el gigante americano ha rematado esa visión (nunca mejor dicho) de cómo se debe interactuar con la máquina. Ha querido reaccionar ante la eliminación del tradicional lector de huellas implantado en sus móviles desde hace cuatro años con un nuevo invento, FaceID.

Consiste en un sistema biométrico capaz de analizar en milésimas de segundo 30.000 puntos de los rasgos faciales. La propia compañía saca como no podría de otra forma pecho para querer vendernos sus virtudes. Dice que funciona de manera rápida y es totalmente seguro su uso porque, además, puede «aprender» del usuario, ajustándose incluso si la persona cambia de look o se quita las gafas de vista. Lo hace con una precisión milimétrica. Además, esos sensores son en teoría tan avanzados que operan en diferentes ángulos, con lo cual no requerirá de plantarse el dispositivo enfrente de la cara como un espejo. Es más, al disponer de un sensor de infrarrojos resolverá la captura del rostro incluso en condiciones de baja luminosidad.

Entre sus ventajas, recalcan los expertos, se encuentra la comodidad y facilidad de uso, una tarea incluso más natural que hacerlo por medio del dedo, además de funcionar incluso con casi todas gafas de sol del mercado. «Apple es especialista en coger una tecnología que ya está en el mercado y que, pese a no haber tenido el éxito esperado y no llegara a cuajar, darle no una sino dos vueltas y conseguir que se convierta en producto masivo», explica a este diario Paco Serradilla, profesor de la ETSI de Sistemas Informáticos de la Universidad Politénica de Madrid.

Ya lo hizo, por ejemplo, con algunas tecnologías como los auriculares inalámbricos (AirPods), dotándole en este caso de algunos ingeniosos avances (el escuche como cargador, un sistema de emparejamiento rápido, un panel táctil para invocar el asistente virtual Siri), o el lector de huellas dactilares TouchID, estrenado en 2013 en el iPhone 5S y que, sin ser el primer móvil en incorporarlo, logró agitar el mercado. Ahora, la compañía va a intentarlo con un sistema que lee el rostro.

Un hábito poco extendido


«FaceID no me convence demasiado. Me encanta la huella dactilar. Lo introduce porque al querer hacer que sea todo pantalla, que es lo que ha hecho el iPhone X, no tiene espacio suficiente para añadir la huella dactilar. Había propuestas de llevarlo a la parte detrás como otros rivales. Si va seguir popularizarlo o no habrá que verlo», sostiene este experto que extrema la prudencia acerca de su uso masivo. En su opinión, el sistema tiene otro aspecto controvertido, el contexto en el que se use. «No tengo todas conmigo de que vaya a triunfar porque el hecho de tener que mirar al teléfono con el riesgo que ello conlleva; si vas por ejemplo conduciendo, ¿qué pasa? ¿Podremos despistarnos? No va a favorecer su uso en determinadas ocasiones», sugiere. Sin embargo, se trata de una «revolución en innovación», pero sus dudas están en la comunidad lo usa más que TouchID.

¿Funcionará con máscaras en 3D?


Quedan, por tanto, muchas preguntas por responder. ¿Será tan bueno y estará tan extendido este método de desbloqueo como Touch ID? ¿Funcionará, por ejemplo, entre dos gemelos? Las dudas, por ahora, son muchas, aunque se han ido conociendo más detalles conforme se acerca la fecha del lanzamiento. ¿Logrará FaceID hacernos olvidar el uso de la huella dactilar en los móviles? «Existen las típicas dudas sobre el uso de una foto; y no se desbloquea porque lo que mide el sensor no es una imagen sino la profundidad, es decir, un modelo 3D. ¿Y si se hace un modelo de tu cara? Se ha probado, y como lo que mide es la reflectividad y actividad del rostro parece que han conseguido que no se pueda desbloquear con una copia en 3D», señala.

Bueno, la seguridad ¿qué pasa con ella?


Los más escépticos, sin embargo, creen que los sistemas de reconocimiento facial representan por el momento un problema de usabilidad y fiabilidad. Desde Apple, por ejemplo, hinchan la madeja de la euforia como no podría ser menos. Y, pese a las dudas existentes sobre el tratamiento de la información almacenada, aseguran que los datos de impresión de la cara nunca saldrán del iPhone X, el modelo de terminal que homenajea a los diez años del producto. «No recopilamos datos de los clientes en Face ID», explica Craig Federighi. «Permanece en tu dispositivo, no lo enviamos a la nube para obtener datos».

La Inteligencia Artificial llega a la vida


«Un sistema biométrico es más seguro según «la complejidad y la seguridad que te da el número de patrones», señalaba en una entrevista a este diario Dani Creu, analista senior de la firma Kasperky Lab. «No es un escaneo de cara de métodos simples, sino que a partir de aquí se crea un modelo matemático, que en principio es más seguro de sobrepasar esta autentificación», asegura. Pese a que lo que ha implementado Apple es de lo «más complejo» que se ha visto en seguridad de consumo, «no hay 100% de fiabilidad», asegura el analista senior de Kaspersky Lab. Ya que, «la seguridad no es una estado, es un proceso que siempre va a cambiar y se va a estar monitorizando» por lo que siempre puede salir a escena una nueva tecnología con fines maliciosos.

El sistema de reconocimiento facial de Apple parece, en general, robusto. La propia compañía asegura que es más fiable que la huella digital. Las estimaciones de la propia compañía sitúan un pronóstico difícilmente igualable: solo falla en uno de un millón de intentos. El sistema promete una autentificación intuitiva proporcionada por la combinación de cámaras y sensores, así como por el chip A11 Bionic, que utiliza tecnologías avanzadas para comprender la geometría y aspectos de la cara gracias a la introducción de modelos basados de «deep learning» o aprendizaje automático, un área a explorar por los fabricantes de telefonía. La inteligencia artificial, ahora sí, empieza a trapasar la frontera del laboratorio para meterse en el día a día de las personas.