Las contraseñas están condenadas a morir. Mientras las redes sociales experimentan con sistemas de verificación en
dos pasos y cifrados, los aparatos electrónicos, cada vez más
sofisticados, intentan hacerse fuertes ante posibles intromisiones que,
dado que muchos de ellos comienzan a estar conectados a internet, daría
vía libre a los datos confidenciales de miles de personas.
La biometría se abre paso en los teléfonos móviles inteligentes. Parecía una locura, pero Apple llevó hace dos generaciones del iPhone una forma para acceder al interior del dispositivo utilizando la huella dactilar, que a su vez tiene ahora un gran recorrido para realizar pagos móviles, otra de las tendencias del mercado. Aunque cabe decir que no fue el primero, dado que en 2011 Motorola con el Atrix introdujo la huella como sistema de seguridad, la firma norteamericana ha allanado el camino para que otras marcas como Samsung y Huawei decidieran integrar métodos de desbloqueo
mediante una contraseña no textual y que se encuentra en cada humano,
su propio cuerpo, como algo intransferible. Fue el argentino Juan
Vucetich, en 1891, quien realizó las primeras fichas de huellas
dactilares. Ahora, unos sensores permiten convertirse en la clave de acceso a las máquinas.
Patrones del iris
Con sede en Kansas, la solución de EyeVerify se ha integrado en uno de los nuevos modelos de teléfono de ZTE, el Grand S3, presentado en la pasada feria de Barcelona, y que propone desbloquear la pantalla mediante un escáner que recoge el patrón de iris, una situación descrita por la ciencia-ficción.
Y esto irá a más. La autentificación biométrica será
una de las principales características que se impondrá en los
«smartphones» en los dos próximos años, según revelaba un informe de la
firma de análisis de mercado Gartner. Y es que estas soluciones planean
sumar la seguridad informática, cuestionada continuamente por la
aparición de casos de «hackeos» de muchas de las plataformas que los mortales utilizan casi diariamente, con fórmulas accesibles. Por esta razón, y ante el aumento de la piratería informática, los esfuerzos se multiplican para desarrollar métodos de identificación online más sofisticados que la contraseña tradicional de números y letras.
Y la biometría
quiere convertirse en el cetro dorado. El fabricante estadounidense de
componentes Qualcomm ha presentado recientemente una tecnología de identificación de huellas digitales
integrado en 3D en los chips utilizados en muchos teléfonos y tabletas y
que anima a clarificar más la situación en la que nos movemos. No es
óbice para que los gigantes de internet como Google, Microsoft o Yahoo estén
obligados a pedir cambios en sus contraseñas con frecuencia al ser el
eslabón más débil de la cadena de seguridad. Decenas de claves se han
robado en los últimos meses a consecuencia de una serie de ciberataques
que han permitido, incluso, robar dinero desde cuentas bancarias.
Precisamente, una firma española, Agnitio, ha desarrollado un sistema biométrico vocal que
promete incluso detectar a un defraudador y delincuente con solo
escuchar las voces y que se cruzan sobre un registro de audio.
Leer las venas
Pero no solo llegarán a los productos de alto consumo como los teléfonos «inteligentes».
El reto es conseguir que todos estos sistemas ejerzan su poder en otros
objetos electrónicos. Aún en fases demasiado incipientes como para
analizar su verdadera fortaleza, la firma japonesa Fujitsu, que dedica grandes sumas de dinero a investigar en nuevas soluciones, inventó hace un par de años un sistema biométrico capaz de «leer» las venas y que, en un futuro, podrían llegar incluso a los cajeros automáticos.
Bajo el nombre de PalmSecure, el sistema promete una velocidad de autenticación extremadamente rápida para desbloquear máquinas, como
ordenadores, cajeros automáticos y cualquier otro sistema de control de
acceso. La solución parte de la base de que, al igual que las huellas
dactilares, las venas son únicas en cada persona. «Son elementos
internos del cuerpo humano y tienen gran abundancia de infinitas
características que las diferencian, falsificarlas es extremadamente
difícil», dice la empresa.
La forma con la que las personas escriben en un teclado también
puede ser monitorazo. La presión y la velocidad son patrones que ha
aprovechado Nikhil Behari, un joven indio de 14 años, que ha inventado
un sistema con un 98% de fiabilidad.